Oskar Hernández. Servicio de Bibliotecas, Universitat Autònoma de Barcelona (oskar.hernandez@uab.cat)
Twitter: @OskarHernandez_
Fernando Vilariño. Centro de Visión por Computador, Universitat Autònoma de Barcelona (fernando@cvc.uab.cat)
Twitter: @fervilarino
Miquel Domènech. Departamento de Psicología Social, Universitat Autònoma de Barcelona (miquel.domenech@uab.cat)
Twitter: @miquelarg
1. Introducción
Las bibliotecas, los archivos y los museos son, desde sus orígenes, lugares pensados para la conservación, el acceso y la difusión del conocimiento. La legitimidad con respecto a la producción de conocimiento, sin embargo, ha recaído tradicionalmente sobre otro tipo de espacios: los laboratorios, los centros de investigación, las universidades. Estos lugares, alejados simbólica y muchas veces también geográficamente de las topografías por donde acostumbra a moverse la mayoría de la población, son entornos cuyo acceso queda restringido a ciertas personas acreditadas como científicas y donde el conocimiento, para que se produzca, necesita de sofisticados aparatos tecnológicos y de complejas operaciones[ref]Latour, B., y Woolgar, S. (1995). La Vida en el laboratorio: la construcción de los hechos científicos. Madrid: Alianza Editorial.[/ref].
El esquema de legitimidades que hemos esbozado, en el que ciertos lugares cumplen únicamente determinadas funciones y que excluye a la mayor parte de la sociedad de los procesos de producción de conocimiento, está cambiando rápidamente desde hace poco más de quince años: determinados entornos, como los Living Labs o los Makerspaces, son sólo una expresión de dichas transformaciones.
Este tipo de espacios son entornos de innovación social que rompen con ese esquema tradicional y que posibilitan la construcción de un nuevo marco fundamentado en dos convencimientos: que la participación del conjunto de la ciudadanía en los procesos de producción de conocimiento también produce conocimientos válidos; y que, a través de esa participación ciudadana en los procesos de innovación social, se fomentan sociedades más corresponsables, más cohesionadas y más involucradas con las situaciones que les conciernen.
A lo largo de este artículo os proponemos reflexionar sobre esta nueva conformación del saber con el que nos retan los Living Labs y los Makerspaces. También queremos clarificar y centrar algunos conceptos relacionados con los laboratorios de cocreación. Y, finalmente, os presentaremos la experiencia concreta de un laboratorio bibliotecario, el Library Living Lab, en el que participa la Universitat Autònoma de Barcelona.
2. El espejismo de la participación
En julio de 2004 el Instituto de Tecnología de Massachusetts inauguró el MIT PlaceLab, considerado el primer Living Lab conceptualizado como tal[ref]Ballon, P., y Schuurman, D. (2015). Living labs: concepts, tools and cases. info, 17(4). doi: 10.1108/info-04-2015-0024[/ref]. Se trataba de un apartamento acondicionado como laboratorio situado en un edificio cualquiera de la ciudad de Cambridge. El objetivo de los investigadores era estudiar los patrones de interacción entre humanos y diferentes dispositivos tecnológicos y, para evitar el sesgo de la artificialidad de un laboratorio clásico, decidieron “llevar el laboratorio” a un entorno lo más cotidiano posible. Para ello, reformaron el apartamento e instalaron sensores, cámaras y otros instrumentos de medición en diferentes lugares, y llamaron a la participación a personas voluntarias que pasaban períodos de diez días en el Living Lab, interactuando con los dispositivos tecnológicos como si estuvieran en sus propias casas.
Hasta entonces, la generación de conocimiento experimental era un proceso que se desarrollaba básicamente dentro de los laboratorios. Con este primer Living Lab, los investigadores del MIT salieron fuera del laboratorio pero siguieron aplicando la misma lógica de experimentación convencional, puesto que definieron previamente unas variables que controlaron y midieron. Por otra parte, en ese entorno interactivo entre participantes e investigadores que fue el Lab, difícilmente se podía poner en marcha una idea de creación compartida de conocimiento, por mucha participación e interacción que hubiere: esos primeros Living Labs seguían siendo entornos controlados de experimentación en los que la participación quedaba limitada y fijada por una de las partes, los investigadores.
La participación en sí misma, por consiguiente, no conduce a ese cambio de legitimidades del que antes hablábamos. Cuando se invita a la ciudadanía a participar en un determinado proyecto pero se hace desde una perspectiva asimétrica, no se generan las condiciones para que se produzca un verdadero intercambio. No sólo es necesario abrir un determinado espacio a la comunidad buscando su participación: también es necesario estar dispuesto a aceptar que la comunidad, en el ejercicio de su acción participativa, pueda reapropiarse de ese espacio en modos y formas que quizás no hubiéramos contemplado. Es en ese marco de interacción y de transgresiones mutuas que se generan saberes colectivos y se legitima el conocimiento que tiene la propia comunidad sobre los asuntos que le conciernen.
3. El espejismo de la tecnología
Poco tiempo después de la puesta en marcha del MIT PlaceLab tuvieron lugar, también en los Estados Unidos, dos acontecimientos que marcaron el inicio del llamado movimiento maker: en enero de 2005 se publicó el primer número de la revista Make y en abril de 2006 año se celebró la primera Maker Faire en las proximidades de San Francisco. La cultura maker, enrolada con las prácticas Do-It-Yourself (hazlo por ti mismo), la recuperación de tecnologías tradicionales (crafters, tejedores, etc.), y la extensión de algunas tecnologías digitales otrora al alcance de muy pocos (arduino, impresoras digitales, cortadoras láser), se basó en la idea del reaprovechamiento y la fabricación adaptada a aquello que el individuo o la comunidad necesitaba. Ya no había unas pocas soluciones posibles comercializadas por unas pocas compañías, sino multiplicidad de respuestas diseñadas en nuevos lugares de innovación tecnológica y que tomaban nombres diversos como Maker Spaces, FabLabs o Hackerspaces.
Sin embargo, ¿es suficiente disponer de una infraestructura tecnológica para que se generen, alrededor de un espacio, unas prácticas que podamos considerar de innovación social ciudadana? O, dicho de otra manera, ¿resulta suficiente dotar un equipamiento con un par de impresoras 3D y organizar un par de talleres abiertos a la comunidad para afirmar que estamos llevando a cabo un proyecto participativo de innovación social? Pensamos que no.
Como en el caso de la participación, la tecnología en sí misma tampoco produce transformaciones significativas. Ese imaginario de la cultura maker como democratizadora de la producción tecnológica e impulsora de nuevas formas de innovación social[ref]Lindter, S. (2015). Hacking with Chinese Characteristics: The Promises of the Maker Movement against China’s Manufacturing Culture. Science, Technology and Human Values, 40(5), 854-879. doi: 10.1177/0162243915590861[/ref], ha tenido expresiones exitosas cuando los proyectos venían acompañados de unos valores. En algunos casos, los valores de la propia ética hacker[ref]Wohlsen, M. (2011). Biopunk: DIY scientists hack the software of life. New York: Current.[/ref], consistentes en reapropiar la tecnología, transformarla y devolverla a la comunidad, como el proyecto DIYbio Barcelona, o el caso de Mainframe, el hackspace de Oldenburg (Alemania). En otros casos, valores como “la libertad de acción, la apertura y la transdisciplinariedad”, que son los que orientan la acción de La Paillasse, un laboratorio eco-ciudadano en el centro de París. En cualquier caso, sólo con la tecnología no basta. Muchos espacios y proyectos maker son centros comunitarios que ofrecen acceso a una serie de herramientas y equipos de fabricación, pero en los que no se produce un verdadero proceso de innovación social.
4. Hacia una aproximación a los Labs como “Terceros-Espacios” de innovación social
En los puntos anteriores hemos dejado entrever que resulta fácil poner la etiqueta de Labs a lugares o proyectos que se consideran participativos pero que en realidad siguen reproduciendo esquemas relacionales asimétricos, puesto que la ciudadanía sólo está “invitada”, no es verdaderamente copartícipe. Y también hemos visto que resulta confuso identificar innovación con tecnología: un proyecto no será en sí mismo innovador por más que despliegue una cantidad ingente de dispositivos o infraestructuras digitales. Ambos fenómenos son el punto de partida para entender por qué alrededor de los Labs se ha ido configurando lo que se ha llamado el «tercer sector del conocimiento»[ref]Domènech, M. (2017). Démocratiser la science. Revue d’anthropologie des connaissances, 11(2), 125-132. doi: 10.3917/rac.035.0125[/ref].
En un laboratorio clásico se produce conocimiento a partir de muchas cuestiones claramente definidas: qué variables son el objeto de la experimentación, cómo se medirán, quién o qué serán los sujetos, qué papel tendrá cada investigador en el proceso… En un laboratorio ciudadano de innovación (llámese CityLab, Living Lab, MediaLab, etc.), el conocimiento se produce a partir de muchas incertidumbres iniciales: todo está abierto, desde las personas que participarán en la cocreación de ese conocimiento, los roles que asumirán durante el proceso (que pueden ser cambiantes en el tiempo), las derivas que puedan tomar las acciones participativas y hasta el propio conocimiento que se coproduzca.
Los Labs son espacios de indefiniciones y de cuestionamientos, sí. Pero el conocimiento no se coproduce de forma improvisada: en estos Labs, al igual que en los laboratorios tradicionales, se emplean metodologías concretas, se desarrollan ciertos modelos de organización y se identifican determinadas prácticas.
- Son espacios en los que se coproduce colaborativamente conocimiento y donde se visibilizan prácticas colaborativas de intercambio y compartición de datos e información.
- Los Labs reúnen en un mismo espacio a personas consideradas “expertas” sobre un cierto tema junto con personas “legas” acerca del mismo. En los Labs, estas diferentes posiciones con respecto al conocimiento se mantienen (el experto en un tema sigue siéndolo fuera y dentro del Lab): lo que se reconfigura es la relación entre expertos y legos, que se horizontaliza como consecuencia del tipo de interacciones que se producen en los Labs.
- Los Labs también son entornos que crean las condiciones para reconfigurar ese diferencial de conocimientos: son espacios donde los saberes vivenciales, concernidos, subalternos, pueden ser (re)valorizados.
- La figura central del proceso de innovación son los usuarios, un término que tiende a sustituirse por el público, las comunidades o las colectividades.
- En los Labs, “lo comunitario” y “lo doméstico” se hibridan: lo aprendido gracias a un hobby puede convertirse en una contribución muy valiosa en un foro público de discusión; y la creatividad colectiva desarrollada en un Lab puede impactar fuertemente en el bienestar “privado”.
Los Labs, pues, se sitúan en un lugar simbólico de tensión: facilitan que la ciudadanía tenga un papel más activo en los procesos de producción del conocimiento, a la vez que mantienen esquemas asociados con los laboratorios clásicos (dando respuestas muy diferentes, eso sí). Por todo ello, algunos autores los han denominado “Terceros-Espacios”[ref]Lhoste, E.F., y Barbier, M. (2016). FabLabs. L’institutionnalisation de Tiers-Lieux du «soft hacking». Revue d’anthropologie des connaissances, 10(1), 43-69. doi: 10.3917/rac.030.0043[/ref]: entornos abiertos y distribuidos de experimentación e innovación colectiva.
5. Características compartidas de los Labs en tanto que “Terceros-Espacios”
Los ecosistemas urbanos de innovación están integrando desde hace años una amplia variedad de “Terceros-Espacios”. FabLabs, MakerSpaces, OpenSpaces o Living Labs son entornos diferentes, pero comparten unas características comunes que pueden esquematizarse del siguiente modo:
La figura resume esta concepción de los Labs como espacios abiertos de experimentación, provistos de tecnologías útiles para materializar proyectos y donde se produce innovación a través de prácticas de cocreación y codiseño. Son entornos que fomentan el pensamiento creativo y tienen una clara orientación al “hacer”[ref]Anderson, C. (2012). Makers: The New Industrial Revolution. London: Random House Business Books.[/ref]. Y, más específicamente, al «Hacer-con-los-Otros» (Do-It-With-Others, DIWO), puesto que el potencial productivo individual se amplifica cuando se producen encuentros colectivos para colaborar, diseñar y crear conjuntamente. Las prácticas de prototipado son fundamentales en el proceso de innovación, puesto que el prototipo representa las diferentes tentativas de respuesta (también las fallidas) que se ensayan durante el proceso[ref]Corsín, A. (2014). The prototype: more than many and less than one. Journal of Cultural Economy, 7(4), 381-398. doi: 10.1080/17530350.2013.858059[/ref].
5.1. ¿Qué es exactamente un Living Lab?
Un Living Lab es un tipo particular de “Tercer-Espacio” caracterizado específicamente porque el proceso de innovación ocurre en un contexto real. Además de este elemento central, todos los Living Labs comparten los siguientes elementos comunes[ref]User Engagement for Large Scale Pilots in the Internet of Things Consortium (2019). Living Lab Methodology Handbook. doi: 10.5281/zenodo.1146321 [/ref]: a) las metodologías de innovación se centran en los usuarios/públicos a los que se dirigen; b) el usuario participa desde el inicio del proceso de innovación; c) integran a múltiples agentes en el proceso de innovación; d) cocrean, esto es, conciben al usuario/público como un factor clave del proceso y no como un mero actor.
6. Las bibliotecas como “Terceros-Espacios”
En el proceso de transformación de las bibliotecas que vivimos actualmente, algunos analistas parten del construccionismo social para proponer que los espacios físicos de la biblioteca reflejen la diversidad de las comunidades en las que se insertan: de esta manera, argumentan, será más fácil conseguir que los usuarios se impliquen en dichos procesos de transformación[ref]Hanson, A., y Abresch, J. (2016). Socially Constructing Library as Place and Space. En S. Schmell y K. Moore (Eds.), The Future of Library Space (p. 103-129). doi: 10.1108/S0732-067120160000036004[/ref].
Otros autores, sin embargo, plantean que las bibliotecas se organicen alrededor de cuatro tipos de espacios superpuestos (físicos o virtuales) para dar respuesta a los retos actuales de transformación: espacios de inspiración, de aprendizaje, de encuentros y performativos[ref]Jochumsen, H., Rasmussen, C. H., y Skot-Hansen, D. (2012). The four spaces: A new model
for the public library. New Library World, 113(11/12), 586-597. doi: 10.1108/03074801211282948[/ref].
Nosotros entendemos que las bibliotecas tienen una oportunidad para devenir “terceros-espacios”: entornos donde se produce innovación a partir de la participación colectiva. Pensamos que la biblioteca parte de una posición de partida inmejorable: es un equipamiento legitimado por las comunidades como punto de encuentro y como lugar de acceso al conocimiento. Sería un cambio sustantivo si se transformase en un lugar donde el conocimiento también se pudiera producir.
Los habitantes de un barrio o de un pueblo acuden regularmente a sus bibliotecas más cercanas para llevar a cabo actividades muy diversas. Muchas de esas actividades también las realizan en sus hogares, aunque de otros modos; y, al mismo tiempo, las bibliotecas se están transformando en el punto de acceso para otro tipo de actividades que difícilmente las personas podrían desarrollar en un contexto doméstico.
- La biblioteca municipal del barrio del Fondo, en Santa Coloma de Gramenet (Barcelona), por ejemplo, está equipada con una cocina completa, algo muy doméstico que en la biblioteca tiene un uso muy comunitario, y que es especialmente central para el proyecto Cuines del Món.
- Por el contrario, algo que difícilmente está al alcance de la mayoría de los espacios domésticos es la maquinaria de fabricación en 3D a la que pueden acceder los usuarios de la biblioteca municipal del barrio de Les Corts (Barcelona), que comparte el espacio y los recursos con el Ateneu de Fabricació Digital, un espacio comunitario de creación y fabricación digital.
De ahí también la concepción de la biblioteca como “tercer-espacio”: por una parte, representan “la extensión del salón de casa”; y, por otra parte, son entornos que ponen en contacto al ciudadano “no científico” con un laboratorio, o al ciudadano “no fabricante” con un taller de fabricación.
Esta propuesta plantea transformar el espacio físico de la biblioteca y también el simbólico: propone transitar desde lo normativo, lo programado verticalmente, de abajo arriba por un equipo gestor, hacia lo flexible y lo participativo, donde los usuarios, el público, son parte activa y cocreadora incluso de la agenda de actividades. La biblioteca deviene un lugar de encuentros y reapropiaciones al mismo tiempo que mantiene su función de conservación y permanencia. Es un “espacio frontera”, un lugar hibridado y situado en intersecciones. Y es en esa hibridación donde los terceros espacios adquieren su mayor potencial como espacios de innovación.
Algunas bibliotecas recientemente inauguradas que han apostado por conceptualizaciones de fondo en esta dirección son la Biblioteca Central de Helsinki, la Biblioteca Pública de Gante (Bélgica), y la biblioteca de creación Ubik en Donostia/San Sebastián.
7. El Library Living Lab
¿Qué podemos hacer cuando creemos que el futuro de las bibliotecas se dirige hacia estos planteamientos pero nuestra biblioteca parte de enfoques más tradicionales? Proyectos como el Library Living Lab son una posible respuesta a esta pregunta, puesto que nos demuestran que el potencial transformador de las bibliotecas también puede emerger desde dentro de la propia biblioteca, a través de la creación de un entorno específico de experimentación colectiva.
El proyecto se remonta a 2011, cuando la Asociación de Vecinos del Barrio de Volpelleres (en Sant Cugat del Vallès, Barcelona), empezó a definir una propuesta sobre cómo le gustaría que fuese la biblioteca pública que se estaba construyendo en el barrio. Orientaron el foco de acción de la biblioteca hacia cuestiones relacionadas con innovación tecnológica y la iniciativa llegó al Centro de Visión por Computador (CVC), una entidad participada por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB): fue entonces cuando surgió la propuesta de habilitar uno de los espacios de la biblioteca como Living Lab. El proyecto recibió el apoyo institucional del municipio y en 2015 inició su andadura, con la biblioteca ya construida y la implicación activa de la UAB y la Red de Bibliotecas de la Diputación de Barcelona. Ese mismo año, fue aceptado en la Red Europea de Living Labs (ENoLL), una plataforma que visibiliza la amplia variedad de aplicaciones y experiencias que se están llevando a cabo en este ámbito.
El Library Living Lab ocupa una superficie de 110 m2 dentro de la biblioteca y su propia definición arquitectónica también se codiseñó: tenía que ser abierto, flexible e interconectado. Para ello, se concibió como un espacio diáfano, separado del resto de la biblioteca por una pared de cristal y con elementos físicos ligeros, móviles y fácilmente adaptables a cualquier actividad.
El proceso de innovación se lleva a cabo en tres fases: identificación de un reto ciudadano concreto, aquella situación sobre la que se quiere producir un cambio; diseño e implementación de la acción (que puede ser un prototipo, un nuevo servicio en fase de prueba, el uso de una nueva tecnología); y definición del resultado esperado de dicha acción, es decir, el retorno concreto que obtendrá el conjunto de la comunidad cuando finalice el proceso. Esta aproximación está alineada con los principios de Investigación e Innovación Responsable (RRI) definidos por la Comisión Europea y está presente en todas las actividades y proyectos que se llevan a cabo en el laboratorio bibliotecario.
El Library Living Lab tiene actualmente seis líneas de trabajo [12]: 1) re-valorización de colecciones digitales; 2) creación colaborativa en 3D; 3) bibliotecas en contacto con museos; 4) desarrollo de apps educativas; 5) proyectos que enlazan lo físico con lo digital; y 6) nuevos paradigmas de Story-Telling. Algunos ejemplos de los proyectos que se han llevado a cabo son:
- Capiteles en 3D: el claustro del monasterio de Sant Cugat del Vallès. Proyecto de cocreación llevado a cabo conjuntamente por los usuarios del Library Living Lab, el Centro de Visión por Computador y el Museo de Sant Cugat. Fue un proyecto de ciencia e innovación ciudadana abierta que tuvo por objeto escanear los 144 capiteles del monasterio para cocrear el primer catálogo en 3D de estas piezas maestras del románico catalán. Gracias al proyecto, el patrimonio cultural de la ciudad se puso al alcance del conjunto de la ciudadanía, profesionales e investigadores.
- La biblioteca visita el museo. Este proyecto pretendía romper las barreras que a menudo existen entre museos y bibliotecas. Se prototipó un nuevo servicio que incluyó herramientas, protocolos y actividades con el fin de acceder desde las bibliotecas a las colecciones digitales de los museos y así (re-)valorizarlas.
- Memory Fields: @BrossaInedit Visual Poetry. En esta actividad se incorporaron una colección de poemas visuales del poeta catalán Joan Brossa (la mayoría inéditos) a la instalación Memory Fields, un prototipo desarrollado por el Library Living Lab que permite añadir a las colecciones digitales las experiencias personales de los usuarios. El público pudo así interactuar con la narrativa digital, incorporando sus sentimientos y evocaciones, y publicar esas nuevas creaciones en el canal de Twiter @BrossaInedit.
- ISC2: BiblioLab de innovación social y participación ciudadana. Este proyecto está promovido por la UAB, el CVC-UAB y la Diputación de Barcelona y tiene como objetivo favorecer que en las bibliotecas públicas se desarrollen entornos abiertos y colaborativos (Labs) para hacer frente a los retos que trae consigo la innovación social digital. El proyecto, que está en fase de desarrollo, forma parte de la iniciativa BiblioLabs de la Diputación de Barcelona [17] y participan tres bibliotecas públicas de ciudades cercanas al campus de la UAB.
8. Aprendizajes
La existencia del Living Lab enriquece la actividad cotidiana del conjunto de la biblioteca en varios sentidos. Por una parte, la presencia continuada de personas muy diversas (algunas, “nuevas” usuarias de la biblioteca), facilita el intercambio de saberes, fortalece la cohesión social en el barrio y favorece dinámicas inclusivas. Por otra parte, representa una oportunidad para redefinir el papel de la biblioteca pública (y de los espacios públicos en general), en la articulación de ecosistemas de innovación: la biblioteca ya no es sólo un lugar prestador de servicios, sino que se transforma en un lugar donde se innova y que deviene punto de referencia para múltiples actores.
Las prácticas transformadoras del Library Living Lab también están contribuyendo al cambio sistémico que se está produciendo en el conjunto de la red de bibliotecas públicas de la Diputación de Barcelona. Las bibliotecas están reconfigurando sus funciones y usos, promoviendo su papel como agentes de transformación social y fomentando su rol educativo y de impulso a las innovaciones científicas y tecnológicas. En este sentido, la experiencia del Library Living Lab ha servido de inspiración y ha sido un catalizador para el surgimiento de iniciativas relacionadas con la creación de entornos abiertos de innovación en otras bibliotecas de la Red. A través del proyecto BiblioLab, el Library Living Lab sigue y seguirá contribuyendo activamente a dichas transformaciones sistémicas de la Red de Bibliotecas de la Diputación.
El Library Living Lab surgió desde la ciudadanía organizada (la asociación de vecinos) y evolucionó hacia un modelo de colaboración entre múltiples agentes (universidad, administraciones públicas, asociaciones internacionales). Su puesta en marcha supuso transformar un espacio de la biblioteca en un entorno en el que cualquier agente y, sobre todo, los usuarios de la biblioteca, se sintieran invitados y alentados a participar en procesos de innovación. Un espacio de experiencias[ref]Vilariño, F., Karatzas, D., y Valcarce, A. (2018). The Library Living Lab: A Collaborative Innovation Model for Public Libraries. Technology Innovation Management Review, 8(12), 17-25. doi: 10.22215/timreview/1202[/ref]: un entorno desde donde explorar cómo la tecnología transforma la forma en la que experimentamos los contenidos culturales. Y también un espacio de encuentros, reapropiaciones e intercambios colectivos.