Tomàs Baiget
Director de El profesional de la información
Introducción
Para orientar su política de fomento de la ciencia abierta, la Comisión Europea creó un Grupo de expertos sobre el futuro de las publicaciones académicas y la comunicación académica, encargándole evaluar la situación actual de las mismas y establecer principios generales que guíen el camino futuro.
El resultado fue el informe «Future of scholarly publishing and scholarly communication», publicado en enero de 2019.
Después de analizar el pasado y el presente del asunto, identificando y estudiando las deficiencias, el Grupo propuso principios para orientar la política en los próximos 10 o 15 años. También ofreció recomendaciones para los actores clave en el sistema de comunicación académica (universidades, investigadores, profesionales, editores y financiadores) sobre las mejores maneras de abordar esas deficiencias. En el informe la discusión se centra principalmente en revistas y artículos, aunque también se consideran libros y monografías, así como la importancia de las nuevas y emergentes formas de comunicación académica.
En este artículo comentamos algunos aspectos del sector editorial de las revistas científicas tratados en el mencionado informe.
El complejo mundo de las revistas
Hace unas décadas el modelo de las revistas era relativamente sencillo, y podemos añadir que tranquilo: unos investigadores especializados en sus temas escribían los artículos; unas editoriales especializadas en publicar revisaban, evaluaban, diagramaban e imprimían; y unas bibliotecas más o menos independientes entre sí pagaban por leer los artículos.
En los últimos 20 años el panorama se ha hecho complejo y hasta turbulento. Los investigadores siguen igual (aunque más presionados para publicar), pero unas pocas editoriales han ido absorbiendo a otras y están publicando cientos de revistas, constituyendo un oligopolio, e imponiendo sus precios gracias a disponer de revistas consideradas «imprescindibles». Esto ha levantado algunas animadversiones hacia ellas, que desgraciadamente se extienden indiscriminadamente a todas las editoriales comerciales, no solamente acusándolas de caras sino también minusvalorando el trabajo que llevan a cabo. No hay que olvidar que siguen existiendo centenares de editoriales pequeñas que publican excelentes revistas, si bien cada vez se ven más desplazadas del mercado por las grandes.
Por su parte, gracias a las tecnologías teleinformáticas, y a una mejor gestión, las bibliotecas dejaron de estar aisladas y compartieron masivamente las suscripciones, lo cual a su vez ocasionó una reacción de las editoriales que aumentaron los precios para poder seguir cubriendo los costes (fenómeno conocido como círculo vicioso o espiral de las revistas). Por ej., entre finales de los 90 y principios de este siglo, la revista El profesional de la información (EPI) pasó de tener 4 ó 5 suscripciones de Facultades de una misma Universidad a tener una única suscripción para toda la Universidad, y en algunos casos a una única suscripción por Consorcio de universidades.
Con la digitalización e internet llegó la posibilidad de publicar las revistas online y de adoptar el modelo de publicación en acceso abierto. Algunas revistas son gratuitas tanto para lectores como para autores, pues todos los costes los cubren las universidades y otras instituciones. Las revistas comerciales se financian cobrando a los autores, y las bibliotecas y lectores en general acceden a los artículos gratuitamente. Los análisis de los costes de producción de las revistas realizados por entidades independientes han podido constatar que valores de 1000 o 2000 €/artículo aunque sorprenden no son en absoluto exagerados, variando sólo según se apliquen precios de mercado, existan subvenciones, se mantengan suscriptores (revistas híbridas) o se obtengan ingresos por publicidad.
Pasado el impacto inicial de tener que pagar por publicar (en vez de cobrar, como le parecería lógico a cualquiera que no esté en el mundo de la publicación científica), y asumido por todos que es justo y normal que los editores reciban una compensación económica por su trabajo como ocurre con cualquier profesión, el modelo de acceso abierto se ha demostrado comercialmente viable, y ha contribuido a inspirar un camino más ambicioso hacia la ciencia abierta.
Con las nuevas tecnologías llegaron también los repositorios, lo que a algunos les hizo escribir inconscientemente «ya podemos publicar libremente sin pasar por la tiranía de las revistas», sin pensar que los repositorios no realizan ningún control de calidad y desconociendo las horas dedicadas por las editoriales a la mejora de los manuscritos.
El informe dice que las agencias de financiación, con su acceso a fondos económicos y su relativa libertad para actuar, son probablemente las más adecuadas para moldear y desarrollar el panorama de publicaciones académicas del futuro cercano, exigiendo que los investigadores que reciben sus subvenciones publiquen los resultados en revistas de acceso abierto. Eso es lo que propone el llamado Plan S o cOAlition S (parece que la S viene de Science) del conjunto de agencias agrupadas en Science Europe.
En el mercado de las revistas, a principios del s. XXI las grandes editoriales empezaron a ofertar a las bibliotecas de las universidades los big deals, paquetes de cientos de revistas de todo tipo, unas interesantes y otras no, pero era una cuestión de «o lo toma o lo deja», por lo que las bibliotecas tuvieron que tomarlo. Para poder pagar esos big deals las bibliotecas disminuyeron las compras de libros y cancelar suscripciones de editoriales pequeñas, decisión que fue en aumento con la crisis económica que se produjo a partir de 2008.
Las generalizadas protestas y boicots de las bibliotecas —con su penuria económica— contra las grandes editoriales, especialmente Elsevier, la más dura, ha hecho flexibilizar un poco la postura de todas éstas, y se han negociado acuerdos de suscripción sólo a los títulos de revistas que realmente interesan, conjugado con la posibilidad de que los investigadores de la institución puedan publicar en tales revistas sin tener que pagar las APCs (article processing charges). Sin embargo las negociaciones son duras. Por ejemplo, las universidades alemanas siguen sin acceso a las revistas de Elsevier por las condiciones requeridas en el Projekt Deal (un consorcio de 700 universidades alemanas) que Elsevier no acepta, y lo mismo ocurre en Noruega. En cambio Wiley, Springer Nature y otras sí aceptaron esas condiciones en Alemania, así como condiciones parecidas en Noruega y en Hungría.
Las revistas como sistema de evaluación
Otro gran aspecto importante, controvertido y discutido de las revistas académicas, es su utilización como herramienta de evaluación del rendimiento de los investigadores. Está claro que se trata de un proceso muy imperfecto, basado en subprocesos con notables márgenes de error que, aplicando la regla del dedo gordo, la ley de los grandes números y un gran alarde de temeridad por mi parte, podría llegar al 20% o 30% en casos extremos de fallos o injusticias.
¿Cuáles pueden ser las causas?:
- Las agencias de acreditación sólo tienen en cuenta las 12.000 revistas de la WoS y las 23.000 de Scopus. Se ignoran miles de otras revistas.
- Debemos pensar que los criterios de inclusión de las revistas en esas bases de datos son serios y en un alto porcentaje se basan en la calidad, pero no olvidemos que se trata de empresas comerciales y hay sospechas de que algunas revistas se indexaron por otros criterios (por citar una, PLoS One, fue indexada al año de crearse). En cualquier caso hay que admitir que no son todas las que están ni están todas las que son. Y luego existen los conocidos sesgos hacia el inglés y hacia las ciencias experimentales, sobre todo en la WoS.
- Otro posible error puede provenir de la propia revista, aceptando o rechazando los manuscritos tanto en la criba inicial a la recepción, como en el proceso de evaluación por pares. La evaluación por pares es fundamental para el progreso de la ciencia y es el punto fuerte de las revistas, sin embargo es un proceso frágil: el resultado depende de los criterios a veces subjetivos de los evaluadores, que realizan las revisiones apremiados por la falta de tiempo, y materialmente son incapaces de llegar al fondo de las investigaciones que evalúan.
- La citación que reciben las revistas determina su factor de impacto (JIF), que es el promedio de citas que reciben sus artículos a lo largo del año. Así, si una revista tiene un JIF de 2, significa que es probable que cada artículo reciba 2 citas al año, pero, como se sabe, ocurre que unos artículos reciben más citas y otros menos o ninguna.
Con todo, las agencias de acreditación no tienen capacidad para salirse del imperfecto sistema que hemos descrito, porque por ahora es el único viable en la práctica. Es un sistema que se basa en probabilidades de acertar, y para el conjunto funciona. A veces unos ganan y otros pierden, pero tal como nos arriesgábamos antes al dar porcentajes, viéndolo desde el lado optimista, al menos acierta en un 70% u 80%. Al fin y al cabo es un sistema que se basa en hechos objetivos (las citas). Otros sistemas de evaluación, como las comisiones de expertos, también están sujetos a subjetividades y a que se cometan errores quizá incluso por causas inconfesables.
Otras consideraciones del informe
El informe lamenta que en 20 años de movimiento de Acceso Abierto no se haya llegado al 100%, pero hay que reconocer que se ha avanzado mucho: la mitad de la bibliografía científica ya es accesible gratuitamente, y cada año avanza significativamente, de forma imparable. Otro «lamento» extendido igualmente por doquier es que esté tan implantada la evaluación de investigadores por sus publicaciones en las revistas, usando éstas como proxy –como ya hemos descrito antes-. Creo que esto será así por mucho tiempo.
El informe también identifica otros factores que considera deficiencias e imperfecciones del sistema de comunicación científica, todos los cuales nos parecen bastante difíciles de solucionar:
- que no se usen otros formatos más modernos que el omnipresente pdf,
- que la revisión por pares ocasione retrasos,
- que no se hagan públicas las revisiones,
- que no haya transparencia en costes y precios en el mercado,
- que no se publiciten las negociaciones entre editoriales y universidades,
- que no haya comunidades científicas diversas, equitativas e inclusivas…
Por desear que no quede.